René Gerónimo Favaloro nació el 14 de julio de 1923 en el seno de una humilde familia platense y se quitó la vida a los 77 años con un disparo al corazón, sorprendiendo a todo el mundo pero también, claro, dejando todo un mensaje en ese gesto final. Vecino del barrio El Mondongo, donde transcurrió su infancia, cursó la primera en la Escuela Nº 45 e ingresó luego en el Colegio Nacional, donde incluso trabajó como celador durante los dos últimos años del bachillerato y obtuvo su diploma en 1941.
Se recibió de médico en 1949 en la Universidad Nacional de La Plata, haciendo su residencia como discípulo de otro prestigioso profesional platense, José María Mainetti, en el área de Cirugía General del Policlínico General San Martín de nuestra ciudad.
Para entonces ya estaba casado con María Antonia Delgado, quien durante las siguientes cinco décadas lo acompañaría en todas las actividades que emprendió, hasta su muerte, en enero de 1998.
Cuando terminó su primer curso de postgrado, también en Cirugía General, en el Hospital Rawson de Buenos Aires, Favaloro decidió iniciar la práctica privada como médico rural junto a su hermano Juan José en Jacinto Aráuz, un pueblito del sur de la provincia de La Pampa, a 130 kilómetros de Bahía Blanca, donde ejerció entre noviembre de 1950 y enero de 1962.
Falto de oportunidades laborales que le permitieran crecer en su especialidad, viajó entonces a la ciudad de Cleveland, en el estado de Ohio, Estados Unidos, donde la célebre Cleveland Clinic Foundation lo acogió primero por tres años y medio como estudiante -desde febrero de 1962 hasta agosto de 1965-, y lo nombró luego miembro de su staff, desde finales de 1966 y hasta junio de 1971.
Pero la jornada que le cambiaría la vida fue la del 30 de noviembre de 1967, cuando se convirtió en el primer médico en el mundo en realizar una operación de anastonosis -popularmente "by pass"- en la arteria coronaria. Favaloro fue el creador de esa técnica, que se considera ahora una piedra fundamental de la cirugía cardíaca y que le valió, 25 años después de aquella primera operación, que el New York Times lo definiera como un "genuino héroe mundial" que ayudó a salvar millones de vidas.
Sin embargo, cuando comenzaban a surgir los primeros reconocimientos mundiales y tras una década profundizando sus conocimientos y desarrollando nuevas técnicas quirúrgicas en los Estados Unidos, regresó al país para quedarse para siempre, asumiendo primero como docente de la Universidad de Córdoba y luego como director del Departamento de Diagnóstico y Tratamiento de Enfermedades Torácicas y Cardiovasculares de la Fundación Gilemes.
Su vida profesional mostró otro salto cualitativo en 1975, cuando organizó y planificó la fundación que lleva su nombre y que se centra en la docencia y experimentación de toda la actividad cardiológica. Firme propulsor de la educación como eje fundamental para el crecimiento armónico y en pacífica convivencia de los pueblos, su pasión por el desarrollo del país lo llevó a condenar sin medias tintas el período violento argentino de los años 70 -al que definió como de "guerra fratricida"- y, 20 años después, los ataques sufridos por la Embajada de Israel y la Amia, participando en actos del grupo Memoria Activa frente a los Tribunales porteños en enero de 1997.
Integrante activo de una treintena de sociedades médicas nacionales e internacionales, entre las más relevantes se encuentran la American Medical Association, la Societé Internationale de Chirurgie, el American College of Surgeons, el American College of Chest Physicians, la Asociación Médica Argentina, el Colegio Argentino de Cirujanos, la Sociedad Argentina de Cirugía Torácica y Cardiovascular, y la Sociedad Argentina de Cardiología, como así también las entidades equivalentes de México, Uruguay y Paraguay.
Miembro honorario de las academias y sociedades médicas de Brasil, Chile, Perú, Panamá, Ecuador y Costa Rica, en su dilatada trayectoria dictó conferencias y cursos académicos en todo el mundo. Entre otros países, lo agasajaron en Colombia, Bolivia, Venezuela, Perú, Brasil, Canadá, Australia, Sudáfrica, Armenia, Italia, Francia, España, Alemania, Rusia e Inglaterra, donde además fue invitado de honor al VI Congreso Mundial de Cardiología, celebrado en septiembre de 1970.
Consultor del Centro Oncológico de Excelencia creado por el profesor José María Mainetti, fue también presidente del Colegio Argentino de Cirujanos Cardiovasculares y de la Sociedad de Cirugía Torácica y Cardiovascular Argentina.
Obtuvo una larga lista de premios y distinciones, entre las que cabe recordar los concedidos por el American College of Surgeons, la American Medical Association y la Sociedad Internacional de Cirugía, las medallas de oro de la Ohio State Medical Association, la Orden del Sol del Perú, los tres premios de la Academia Nacional de Medicina, el premio Konex de brillantes de 1993, y numerosas menciones honorarias y condecoraciones.
Por todos estos lauros, el 6 de septiembre de 1974 la Universidad Católica de Córdoba lo nombró Doctor HonorisCausa y, con los años harían lo propio la Universidad de Tel Aviv, para luego ser designado académico de número de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1976, y de la Academia Nacional de Medicina, el 16 de julio de 1986.
Para entonces, ya había escrito más de 250 trabajos de su especialidad y efectuado casi 14 mil operaciones de by pass y en 1992 había comenzado a construir la clínica con la que siempre soñó: el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. considerado uno de los centros de salud más relevantes de América Latina, su costo final trepó a los 55 millones de dólares y su nivel de excelencia se equipara a cualquier clínica de los Estados Unidos, país al que siempre tomó como punto de referencia.
Dueño además de una clara línea de pensamiento, se destacó siempre por defender a la Universidad pública, en la que incluso fue delegado estudiantil, pero rescatando la necesidad de iniciar lo que llamaba "una nueva reforma universitaria", que estableciera un examen de ingreso y un arancel general, lo que le valió arduas discusiones con otros prestigiosos académicos. Pero Favaloro, como siempre, no se amedrentó entonces ante la reacción pública y se mantuvo firme en sus convicciones.
Se recibió de médico en 1949 en la Universidad Nacional de La Plata, haciendo su residencia como discípulo de otro prestigioso profesional platense, José María Mainetti, en el área de Cirugía General del Policlínico General San Martín de nuestra ciudad.
Para entonces ya estaba casado con María Antonia Delgado, quien durante las siguientes cinco décadas lo acompañaría en todas las actividades que emprendió, hasta su muerte, en enero de 1998.
Cuando terminó su primer curso de postgrado, también en Cirugía General, en el Hospital Rawson de Buenos Aires, Favaloro decidió iniciar la práctica privada como médico rural junto a su hermano Juan José en Jacinto Aráuz, un pueblito del sur de la provincia de La Pampa, a 130 kilómetros de Bahía Blanca, donde ejerció entre noviembre de 1950 y enero de 1962.
Falto de oportunidades laborales que le permitieran crecer en su especialidad, viajó entonces a la ciudad de Cleveland, en el estado de Ohio, Estados Unidos, donde la célebre Cleveland Clinic Foundation lo acogió primero por tres años y medio como estudiante -desde febrero de 1962 hasta agosto de 1965-, y lo nombró luego miembro de su staff, desde finales de 1966 y hasta junio de 1971.
Pero la jornada que le cambiaría la vida fue la del 30 de noviembre de 1967, cuando se convirtió en el primer médico en el mundo en realizar una operación de anastonosis -popularmente "by pass"- en la arteria coronaria. Favaloro fue el creador de esa técnica, que se considera ahora una piedra fundamental de la cirugía cardíaca y que le valió, 25 años después de aquella primera operación, que el New York Times lo definiera como un "genuino héroe mundial" que ayudó a salvar millones de vidas.
Sin embargo, cuando comenzaban a surgir los primeros reconocimientos mundiales y tras una década profundizando sus conocimientos y desarrollando nuevas técnicas quirúrgicas en los Estados Unidos, regresó al país para quedarse para siempre, asumiendo primero como docente de la Universidad de Córdoba y luego como director del Departamento de Diagnóstico y Tratamiento de Enfermedades Torácicas y Cardiovasculares de la Fundación Gilemes.
Su vida profesional mostró otro salto cualitativo en 1975, cuando organizó y planificó la fundación que lleva su nombre y que se centra en la docencia y experimentación de toda la actividad cardiológica. Firme propulsor de la educación como eje fundamental para el crecimiento armónico y en pacífica convivencia de los pueblos, su pasión por el desarrollo del país lo llevó a condenar sin medias tintas el período violento argentino de los años 70 -al que definió como de "guerra fratricida"- y, 20 años después, los ataques sufridos por la Embajada de Israel y la Amia, participando en actos del grupo Memoria Activa frente a los Tribunales porteños en enero de 1997.
Integrante activo de una treintena de sociedades médicas nacionales e internacionales, entre las más relevantes se encuentran la American Medical Association, la Societé Internationale de Chirurgie, el American College of Surgeons, el American College of Chest Physicians, la Asociación Médica Argentina, el Colegio Argentino de Cirujanos, la Sociedad Argentina de Cirugía Torácica y Cardiovascular, y la Sociedad Argentina de Cardiología, como así también las entidades equivalentes de México, Uruguay y Paraguay.
Miembro honorario de las academias y sociedades médicas de Brasil, Chile, Perú, Panamá, Ecuador y Costa Rica, en su dilatada trayectoria dictó conferencias y cursos académicos en todo el mundo. Entre otros países, lo agasajaron en Colombia, Bolivia, Venezuela, Perú, Brasil, Canadá, Australia, Sudáfrica, Armenia, Italia, Francia, España, Alemania, Rusia e Inglaterra, donde además fue invitado de honor al VI Congreso Mundial de Cardiología, celebrado en septiembre de 1970.
Consultor del Centro Oncológico de Excelencia creado por el profesor José María Mainetti, fue también presidente del Colegio Argentino de Cirujanos Cardiovasculares y de la Sociedad de Cirugía Torácica y Cardiovascular Argentina.
Obtuvo una larga lista de premios y distinciones, entre las que cabe recordar los concedidos por el American College of Surgeons, la American Medical Association y la Sociedad Internacional de Cirugía, las medallas de oro de la Ohio State Medical Association, la Orden del Sol del Perú, los tres premios de la Academia Nacional de Medicina, el premio Konex de brillantes de 1993, y numerosas menciones honorarias y condecoraciones.
Por todos estos lauros, el 6 de septiembre de 1974 la Universidad Católica de Córdoba lo nombró Doctor HonorisCausa y, con los años harían lo propio la Universidad de Tel Aviv, para luego ser designado académico de número de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1976, y de la Academia Nacional de Medicina, el 16 de julio de 1986.
Para entonces, ya había escrito más de 250 trabajos de su especialidad y efectuado casi 14 mil operaciones de by pass y en 1992 había comenzado a construir la clínica con la que siempre soñó: el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. considerado uno de los centros de salud más relevantes de América Latina, su costo final trepó a los 55 millones de dólares y su nivel de excelencia se equipara a cualquier clínica de los Estados Unidos, país al que siempre tomó como punto de referencia.
Dueño además de una clara línea de pensamiento, se destacó siempre por defender a la Universidad pública, en la que incluso fue delegado estudiantil, pero rescatando la necesidad de iniciar lo que llamaba "una nueva reforma universitaria", que estableciera un examen de ingreso y un arancel general, lo que le valió arduas discusiones con otros prestigiosos académicos. Pero Favaloro, como siempre, no se amedrentó entonces ante la reacción pública y se mantuvo firme en sus convicciones.