Un verdadero humanista Por Atilio Milanta
Uno de los perfiles más conocidos, por no decir el único, de la multifacética personalidad del sabio, sin duda, es aquel que exhibe la imagen de un hombre serio frente a una lupa e impresiones digitales en estudio. En realidad, es lo que ha trascendido en todas partes. Por eso es que, si se dijera que Vucetich fue, además de dactiloscopista, un humanista de prestigio, un benefactor, un músico, un mutualista, un disertante y un escritor, entre otras inquietudes y actividades de consideración, incluyendo la de protagonizar en los espacios de la alta cultura, no pocos quedarían sorprendidos al desconocerse, o no saber lo suficiente, de esas aptitudes espirituales, intelectuales y filosóficas del maestro. En efecto, variados textos de Sislán Rodríguez, Antonio Herrero, Reyna Almandos, Adolfo Korn Villafañe y Giménez Perret, entre otros, dan cuenta de tales otras acendradas dedicaciones de Vucetich, las que, por cierto, nunca enervaron las del dactiloscopista. Ni viceversa.
Alfredo Palacios que lo conoció lo suficiente, a su turno, destacó esta relevante personalidad en ocasión de celebrarse el sexagésimo aniversario de la fundación de La Plata, inaugurando en el paseo del bosque platense el conocido monumento llamado Hemiciclo, compuesto de los hermes que honraron a la ciudad (Almafuerte, Ameghino, Korn, Spegazzini y Vucetich). Ninguno nació aquí, todos descansan en la necrópolis platense, y salvo Vucetich (que murió en Dolores), todos fallecieron en La Plata. Como se sabe, en 1941, al cumplirse la media centuria de la instalación del sistema identificatorio de Policía, mediante las impresiones digitales por Vucetich, sus restos mortales fueron traídos a la necrópolis local y depositados en el panteón de la Sociedad de Socorros Mutuos de la Policía que él mismo fundó el 29 de septiembre de 1894 y de la que fue su primer presidente (entidad que funciona en 59 Nº 584). Ya el célebre discurso de Bolívar en el congreso de la Angostura (el 11 de febrero de 1819) daba cuenta del concepto de seguridad social, tema que luego fue precisado como esa actividad primordial del Estado, aunque no exclusiva, tendiente a la satisfacción de todas las necesidades del hombre provenientes de riesgos, infortunios y contingencias, mediante prestaciones adecuadas, sobre las que dieron respuestas la previsión social, la asistencia social, las casas pías, entidades de beneficencia, ayudas, socorros y las mutualidades, entre otras variadas asociaciones, como dicha sociedad de Policía. Ya sabía Vucetich de todo ello, así como del infaltable principio de solidaridad que le da sustento a la seguridad social (o sea, ese sentimiento del hombre que le impele prestarse ayuda mutua).
Ese mutualista y benefactor manifestóse cotidianamente con su vocación de ayuda y de servicio. Así fue que puso en marcha, en 1905, la aparentemente inefable "gota de leche" traducida en la entrega gratis de un vaso de leche y galletas a los hijos de los agentes de policía de escasos recursos. Cuando un núcleo de esclarecidos universitarios se propuso fundar una institución que abordara el integral estudio de los grandes problemas sociales, dice Korn Villafañe, Vucetich se alistó al contingente y fue cofundador de la hoy Universidad Museo Social Argentino el 23 de mayo de 1911 (funciona en Corrientes 1723 de la ciudad de Buenos Aires).
Hijo de Víctor (ocupación tonelero) y de María Kovasevich, el sabio nació el 20 de julio de 1858 en Croacia (Lesina, población de Dalmacia, archipiélago en el Adriático, entonces bajo el dominio del imperio austrohúngaro). Se educó en un convento, y al egresar, plantó dos pinos los que, a su regreso en el viaje de 1913 por el mundo, parecieron como "dos cantinelas viejos, guardando la puerta del sultán" (según Octavio R. Amadeo). Y dirigiendo por entonces, en su juventud, algunas orquestas musicales de afición, otra dimensión de este espíritu con vocación general hacia la "alta cultura", no exclusiva de la filosofía (pues, muchas veces visitaba al viejo Korn, a quien lo tenía como su maestro de metafísica), sino de las regiones superconceptuales, casi místicas, de la música clásica contemporánea (Korn Villafañe), siendo uno de los más sutiles críticos y auditores que hubo luego en el país. Además compuso, ya en Argentina, varias avemarías, valses, mazurkas y antífonas, "Estasi d'amore", "Ayes de un alma", "Río del Danubio", "Hortus conclusus", etc. En los actos oficiales de la Fundación Juan Vucetich, el quinteto de vientos de la Agrupación Sinfónica de la Policía, habitualmente ejecutó la mazurka "Ayes de un alma", cuya partitura fotocopia del original fue llevada a dicha Agrupación. Y además, Vucetich refundó la Banda de Música de la Policía en 1900, haciendo designar director de la misma al maestro Pedro Ruta (padre de Mons. Juan Carlos Ruta).
En la vida de este grande, otra vida comienza el 24 de febrero de 1884 en que pisa tierra argentina arribando a Buenos Aires, junto con su hermano menor Martín (luego padre de Danilo que presidió la Universidad Nacional de La Plata en 1958/1961, dejando para el recuerdo el de una buena gestión) y demás compañeros (tales como Brazanovich, Dulch, Vulgerich e Ivanissevich, luego padre del famoso cirujano Oscar nacido en Buenos Aires el 5 de agosto de 1895). Su primera ocupación en la Capital fue en Obras Sanitarias; pero, el 15 de noviembre de 1888, durante la jefatura de Carlos J. Costa, ingresa al Departamento Central de Policía en La Plata como agente meritorio, sin chapa, en la Oficina de Contaduría y Mayoría, a las órdenes de Ernesto M. Boero, en donde, quizá, ya comenzaban a ponerse de manifiesto en Vucetich algunas aptitudes en el manejo de los llamados objetos ideales (especialmente, las matemáticas), los que luego serían los sólidos sostenes del sistema dactiloscópico (en efecto, harían afirmar nada menos que a Reyna Almandos, entre otros conceptos científicos y técnicos, que el aludido sistema puede ser calificado como "la expresión perfecta de la identidad", en todos sus aspectos, "puesto que es el método infalible y matemático de comprobarla" y porque, además, "todos los elementos esenciales se reúnen científica y orgánicamente"). No en balde se lo llamó "sistema", sobre todo si se tiene en cuenta que por tal se entiende el conjunto de reglas o principios sobre una materia enlazados entre sí. Recuérdese que habría comenzado con su primaria fórmula de 1.048.576 clasificaciones diferentes, sin olvidar que luego, en 1899, inventó el dactilónomo (que se conserva en el Museo), instrumento que permite la demostración gráfica de todas las posibles combinaciones sobre la base de los cuatro tipos del sistema dactiloscópico.
El 1º de mayo del siguiente año es designado auxiliar en la Oficina de Estadística (nueva oportunidad de vérselas con las matemáticas), organismo del cual dependía la oficina de identificación (por entonces con el sistema antropométrico: talla, longitudes varias de oreja derecha, pie izquierdo, brazos, altura de busto, amén de otras señales corpóreas visibles, tez, ojos, etc.). Y el 26 de septiembre fue promovido al cargo de jefe con el rango o jerarquía de comisario (el que detentó honrosamente hasta su retiro en 1912). Esa autoridad de honra y de prestigio, sin duda, no la ignoraba Vucetich que venía de la voz "auctoritas", lo que en Roma significaba el "ejemplo eminente", de lo que Vucetich dio prueba cabal en su desempeño exitoso y ético. Cuando se carece de tales atributos, la "auctoritas" deja de ser tal para trocarse en "autoritarismo".
La vida terrenal de Vucetich, comprensiva de los 66 años (20/07/1858-25/01/1925), se puede dividir exactamente en los dos períodos de 33 años cada uno, pues el año 1891 se instituye en lo que quizá la historiografía o la ciencia de la historia cataloga como lo de "tiempo-eje" o "año bisagra" o "principio de una nueva era" (Mayón, Herrero, Carr, Fustel), año en que la biocronología de Vucetich destaca con puntualidad y precisión lo siguiente. A mediado de dicho año visita al jefe de policía capitán de navío Guillermo J. Nunes (1857-1928) el legislador, periodista, político e ingeniero Francisco Seguí (1855-1935) y deja olvidado en su despacho el único ejemplar de la famosa "Revue Scientifique" (ejemplar 18, T. 47 del 2 de mayo de 1891) en la que se publicaba un trabajo titulado "Les empreintes digitales d'apres M. F. Galton" del médico y matemático Henry Croisnier de Varigny (n. 1855), comentando la disertación de Francis Galton (1822-1911, primo de Charles Darwin) pronunciada en la Royal Society de Londres (27/11/1890), quien enunciaría las tres leyes de la dactiloscopia (perennidad, inmutabilidad y diversidad infinita), aunque no llegó a edificar un sistema al modo en que concluyentemente luego lo hiciera Vucetich. Nunes advirtió la importancia del tema y convocó al joven Vucetich a su oficina y, entregándole el ejemplar de la citada revista, le sugirió que estudiara la posibilidad de incorporar, junto al sistema antromométrico, el de la identificación mediante los dibujos dactilares. Y el mencionado año "bisagra" culminó exactamente el 1º de septiembre de 1891 en que el comisario Vucetich inaugura la oficina de Identificación con los dos sistemas. El ejemplar de la citada revista se conserva en el Museo Vucetich.
Hasta entonces el sabio poco o nada sabía del tema, pero a su tiempo reconoció que, "penetrado de la trascendental importancia que revestían dichas investigaciones" (las de Galton, así como las de otros predecesores que él mismo cita, como las de Purkinje, Ranke, Lacassagne, Lombroso, Alix, Feré, Testut, Stern y Kollman, entre otros), trabajó empeñosamente sobre el tema, comenzando por verificar la verdad de las leyes de Galton, logrando luego edificar un sistema que llamó "icnofalangométrico", y luego, a instancias de Francisco Latzina, con la designación de "dactiloscópico" (en un primer paso con 101 tipos, y en uno final y conclusivo, de los siguientes 4: arco, presilla interna, presilla externa y verticilo). Vucetich afirma por entonces, con alto sentido reflexivo y trascendente, que "no es la ciencia quien ha querido que la identificación tenga un solo medio y logre una sola eficacia, es la naturaleza"; y además, que "todo es mudable en la vida, menos el esquema digital; todo es reproducible en los congéneres, menos el dibujo papilar. He ahí a la naturaleza".
Al siguiente año sucedió el tristemente célebre "Caso Francisca Rojas" (el doble filicidio de los menores de 4 y 6 años degollados mientras dormían, el 29 de junio de 1892, en Necochea, Buenos Aires), lo que dio ocasión de producirse el bautismo de fuego con la participación del Crio. Insp. Eduardo M. Alvarez quien, examinando huellas, etc., con evidente aptitud de policía científica, esclareció rápida y definitivamente el hecho.
Y las grandes condiciones de escritor y convincente disertante las puso de manifiesto, de modo categórico, con la publicación de varias obras ("Instrucciones generales para el sistema de filiación Provincia de Buenos Aires", en 1893, declarado texto oficial en 1895, y su "Dactiloscopia comparada", en 1904, reeditada en 1951, entre otras publicaciones importantes en revistas, etc.) y respecto a su disertación, vale completar expresando que en 1912 se retira de policía y emprende un viaje por distintas ciudades de Alemania, Austria, Bélgica, China, España, EE.UU., Francia, India, Italia, Japón, Portugal y Suiza, entre otras, confirmatoria de su merecida fama y de que este hombre sea justicieramente evocado, a punto tal que, además, calles, plazas, escuelas, institutos y la Fundación llevan su nombre. En esta prieta síntesis de la vida y obra vucetichianas, porque es lo menos que hoy, en el 122º aniversario de este matutino platense, puedo exponer de este hombre que honró a La Plata, que se erige en el ejemplo ético de la policía y que logró hacer trascender científicamente a la Argentina en el ámbito internacional con un sistema identificatorio que no pocos, justicieramente, piensan que viene de los viejos tiempos preparatorios de la Biblia (Job, 37, 7: El Señor ha puesto como un sello en las manos de todos los hombres, a fin de que conozcan todos que sus obras penden de lo Alto).